Fuera la parafernalia. Fuera el pegote de 'best seller mundial', fuera incluso los artículos laudatorios que consideran a su autor, Steven D. LEvitt (que es el que pone el contenido), como un genio que ve más allá de los datos y blah, blah, blah.

Básicamente Freakonomics (Ediciones B, 2006) es un libro curioso y entretenido. En él, el economista Levitt y el periodista Dubner van enlazando los estudios económicos realizados o seleccionados por el primero con la intención de demostrarnos cómo la respuesta a muchas preguntas y la solución a otros tantos problemas que afectan a la 'gente corriente' puede encontrarse en una fría estadística; o también (y más interesante) cómo las técnicas económicas sirven para explicar (por ejemplo) como funcionar una banda de traficantes de crack.

Pero me estoy liando. Y ese es el principal peligro de Freakonomics: la dispersión. El libro tiene una especie de 'sentido' en conjunto, pero como funciona es como recopilación de historias curiosísimas.

En sus páginas podemos descubrir si el nombre que se le pone a un hijo puede influir en su vida, que las piscinas son más peligrosas que las pistolas para los niños pequeños, cómo un tipo que vende rosquillas por las oficinas está, realmente, investigando quién roba y quién no, la relación entre el aborto y el descenso del crimen, los secretos del Ku Kux Klan, por qué los traficantes de droga siguen viviendo con sus madres, la forma en la que se puede descubrir a un profesor que falsea los resultados de los exámenes y cómo los luchadores de sumo hacen trampas.

Son pequeñas historias que entretienen y hacen pensar. Sin necesidad de coartada ni de hacerse en interesante.

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