Hay una serie de discos que, por no llamar tanto la atención como otros del mismo artista publicados en momentos más adecuados, por ser más humildes en sus planteamientos o no recibir un apoyo masivo en el momento de su edición, suelen ser olvidados las más de las veces. Pero olvidados a la hora de hablar de ellos, de hacer listas o recapitular sobre tal o cual autor o estilo. Sin embargo, muchos suelen ser más escuchados que otros supuestamente tienen una mayor importancia.

A veces se habla de ellos como 'clásicos perdidos', 'pequeñas obras maestras' o 'tesoros a descubrir'. Es el caso de Either/Or (Eliott Smith), Richard D. James Album (Aphex Twin), Radio-Aktivität (Kraftwerk), The Charm of the Highway Strip (Magnetic Fields), Massachussets (Scud Mountain Boys) o Quigley's Point (At Swim Two Birds).

El debut en solitario de Joan Miquel Oliver (el cerebro de Antònia Font), titulado Surfistes en Càmera Lenta (Discmedi-Blau, 2005) también podría caber en esta categoría. Cálido, ora festivo ora nostálgico, definitivamente casero y tocado por la magia del surrealismo, Oliver elabora (en menos de media hora) algo parecido a una colcha de retales (patchwork, que dicen los anglosajones) sonoros, en los que simples esbozos se entremezclan con canciones más elaboradas y la guitarra acústica se hace amiga de la caja de ritmos.

Un toquecillo hippy que le acerca al Brossa D'Hair de Pep Laguarda, otro techno-nostálgico que hace pensar en los Pet Shop Boys de 'being boring', y un sinfín de matizes en un trabajo en el que suenan (según la lista de instrumentos) una guitarra de plástico, una cinta de juegos de ordenador, un bote de Airwick o un 'conjunto de percusión industrial'.

Adoro sus dos últimos discos con Antònia Font (Alegría y Taxi), pero apuesto a que escucharé más este que ningún otro.

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