No sé a quién demonios me recordaba Devendra. Llevaba puesta una chaqueta cruzada bien ajustada (dijo un par de veces que hacía frío allí), debajo una camisa blanca con los puños abrochados con gemelos (tardó poco en quitarlos), un gran anillo y una enorme pulsera. El pelo tan largo (incluso para un hippy) que difícilmente se le veia la cara (maquilladísima) y los bigotes apuntando hacia arriba, un auténtico moustache. 'No me gustan los chicos que se maquillan más que yo', dijo una amiga, 'ni los que van más enjoyados'.

Antes había tocado El Inquilino Comunista, tras 10 años 'desaparecidos'. Las canciones seguían estando bien (excepto dos nuevas, que eran bastante flojas) y el sonido en directo era más que aceptable. Pero estos chicos tienen un problema muy grave de actitud y carisma sobre el escenario. Parecen (¿lo son?) una pandilla de padres de familia que rememoran en un garaje los tiempos en los que tenían una banda durante sus años universitarios. No estuvo mal, pese a todo.

El cuervo negro y el flower power
Devendra Banhart entró con su banda (en la que destacaba, a la guitarra acústica, Andy Cabic, de los maravillosos Vetiver) como incómodo. Empezó introduciendo los temas en inglés (cuando sabe castellano) y le sobraba un punto de altivez y otro de pasotismo. Arrancó con temas del último disco (Cripple Crow), a los que trataba de dar un aire distinto a base de convertir a su banda en un combo que podía sonar como los últimos Beatles, a banda country-rock setentera o directamente a lo que eran: una panda de hippies. Algo no funcionaba, y seguía sin darme cuenta de a quién me recordaba Devendra.

Cuando empezaron a (re)interpretar los temas de Rejoicing in the hands, Niño Rojo o incluso Vetiver el armazón se fue soltando, Devendra ejerció de intérprete magnético y el públicó sintió que les estaban cantando a ellos. De repente repitieron el numerito del concierto de Barcelona el día anterior, subiendo al escenario a un muchacho y dejándole solo para que cantara una canción con la acústica.

De vuelta al escenario la cosa se puso aún mejor: toda la contención de Andy Cabic no llegaba para compensar a un Devendra desatado y comunicativo. Brillaron aquí los dos extremos de la noche: el emocionante intimismo de un cantante a solas con su guitarra (¿sobraba la banda?) y el colofón festivo de 'I feel just like a child', con la banda haciendo música 'de mover el culo'.

Noche de versiones
Si El Inquilino Comunista se atrevieron a soltar unos versos del 'tonight's the night' de Neil Young, Devendra también colo el 'Don't look back in anger' de Oasis en una de las suyas. Además hicieron una curiosa versión de su 'hermana' Joanna Newsom y se atrevieron al final con Caetano Veloso, interpretando una especie de medley que remató con aquella hermosa frase que escribió el brasileño en su 'exilio' en Londres y que decía 'nueve de cada diez estrellas de cine me hacen llorar'.

Anda, va a ser eso. Devendra me recordó ayer a un actor, no a un cantante.

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