En una de mis visitas a las tiendas de productos orientales del barrio de Tetuán (Calle General Margalo) de Madrid, leo en el diario para la comunidad china escrito en castellano El Mandarín el siguiente titular 'La moda china necesita marcas para triunfar'.

en el primer párrafo aparece una cifra que me podía imaginar pero que no recordaba haber leído: China produce ya el 50% (sí, la mitad) del textil de todo el mundo. Eso sí, diseñadores no tienen ninguno, así que no pueden vender su ropa directamente en los mercados de media y alta calidad (que es donde se mueve más dinero). En el reportaje apuntan a la opción de crear una marca fuerte por volumen de ventas y poner más empeño en la originalidad de los diseños. Pero lo lógico no es esto: lo que probablemente ocurra es que las empresas chinas comiencen a comprar grandes marcas europeas venidas amenos. Sería tan simple como poner el dinero (lo tienen) seguir tirando hasta el infinito de los diseños ya hechos y abaratar los costes llevando a China toda la producción.

Porque los nombres ya establecidos, los 'de toda la vida', venden calidad y credibilidad. Nadie pregunta quienes son sus dueños.

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