Pobre Carrie Bradshaw, que tiene que dejar las casitas, las tiendas y los Bistros del Village para llegar al antiguo matadero (entre la calle catorce y la décima avenida), que huele como tal, para comprar ropa en tiendas tan exclusivas como Scoop, Jeffrey o las boutiques de Stella McCartney y Alexander McQueen. Pobre Carrie Bradshaw, que no deja de cruzarse allí con chicas más altas, guapas y delgadas que ella, modelos atraídas por el chic sucio y el mundillo de las galerías de arte del barrio de Chelsea. "No les dejarían desfilar en Madrid", se consuela.

Para quitarse el mal sabor de boca de una compra no satisfactoria (ni siquiera ella puede permitirse 4.400 dólares por un abrigo), Carrie bajará una manzana (hasta la calle trece con la novena avenida) para comer algo tailandés en el espectacular Spice Market y planear su próxima incursión a la tienda de Manolo Blahnik entre la 5ª y la 6ª avenida (en la calle 54) para volver a consolarse con un par de zapatos. Pero antes, una visita a Little Korea para conseguir un mansaje reparador en sus doloridos pies y un capuccino en cualquier Dean & Deluca, dónde escribirá su columna.

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