"Pues sepa usted que si no le han traído otro café es porque no lo ha pedido e su momento. Eso ocurre aquí y en cualquier otra companhia (disculpen el lusismo a partir de ahora)". Todo esto se lo soltaba el azafato (o sobrecargo, que suena más fino) de Air Europa a una senhora brasilenha de unos 70 anhos que no entendía ni papa de castellano. Cuando uno trabaja en un vuelo en el que el 75% del pasaje es brasilenho lo menos que se puede hacer es chapurrear unas palabras e portugués... pero no.

Además de la triste comida y del cutre-detalle de cobrarte 6 euros por usar los cascos para escuchar las películas el viaje fue tranquilo. Luego lo típico: la maleta no aparece, cambio de cinta, un tipo te pide dinero por ayudarte a meter la maleta en el taxi... En fin, es de noche y lo único que quieres es llegar al hotel, dónde me espera un cuartucho con el aire acondicionado pegado a la cama (tú eliges: o te congelas o te asas y te acribillan los mosquitos) y la ducha es simplemente una alcachofa pegada en lo alto de la pared del banho. De hecho hay que cerrar la tapa del WC para que no se inunde al usarla. Home, sweet home.

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