Son curiosas las contradicciones que tienen los estadounidenses respecto al medio ambiente. Un ejemplo de concienciación sería el de algunos bares que ofrecen tazas ‘oficiales’ que se lleva el usuario a casa y trae al local para tomar un día un chai y otro un capuchino. A cambio se le rebaja en unos céntimos el precio de cada bebida.
De lo contrario hay más ejemplos: desde el aire acondicionado perdido en los comercios que mantienen abierta su puerta hasta el caso que me contaban de una chica que duerme en verano con edredón y con cuatro ventiladores y el aire acondicionado enchufados, por aquello de sentirse caliente y que ‘fuera’ hace rasca.

La zona monumental de Washington es exactamente como uno se la podía esperar después de tanta película: gigantesca, sobrecogedora y un tanto fría. A la llegada a la Casa Blanca nos recibió con unos alaridos de “Viva España, mi madre patria” una chiflada que lleva varios meses viviendo frente a la puerta principal con su tienda de campaña.

También resultaron interesantes las visitas a Arlington (el cementerio de los militares estadounidenses) y el metro, construido para los funcionarios (las paradas son ‘Pentagono’, ‘Arlington’, ‘Capitol South’ o ‘Federal Triangle’) y con altísimos techos que recuerdan a un hangar antinuclear de la guerra fría.

De vuelta a casa comienza a amenazar la lluvia y, como pequeños chispazos, surgen las luciérnagas por todo el camino.

La barbacoa prevista para la cena hay que tomarla dentro por culpa del tiempo y descubrimos a uno de los pocos estadounidenses fans de Evo Morales y Hugo Chávez.

24717 pasos recorridos

[Fotos de Washington]

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