En Cádiz me he dedicado, básicamente, a pasear, comer y descansar. Todo por seguir el aforismo de 'allí donde fueras haz lo que vieras'.

En cuanto a lo primero, Cádiz es una ciudad muy curiosa (y bonita) formada por una parte vieja con un gran encanto y una nueva que no lo parece: no hay grandes edificios, ni se rompe con el estilo de la ciudad en las construcciones más modernas. Las playas son enormes, y la sensación es de absolutas vacaciones. No ya para mí, sino para todo el mundo que va paseando. Llama la atención (también es por el calor) la tremenda cantidad de gente que puede estar en la calle a las doce o a la una de la madrugada. Muy bonito y tranquilo también el Puerto de Santa María.

Gastronómicamente, había venido con el capricho de tomar ortiguillas. Me habían dicho que eran una especie de medusas, un poco asquerosillas de aspecto y consistencia y que sabían muchísimo a mar. Lo de asquerosillas se queda muy muy corto: son una especie de mocos rebozados que se acompañan de salsa alioli. ¿Sabor a mar? Alguna arena creo que mordí, pero...

Sí que me ha gustado mucho el cazón (una especie de tiburón más pequeño y alargado) frito, las cañaíllas (unas pequeñas caracolas de mar), y las tortillitas de camarones: una masa a base de harina (como de buñuelo) y perejil que se hace como una tortita y a la que se echan en la sartén (vivos) los camarones.

Ahora marcho camino a Moguer (Huelva), donde estaré hasta el sábado. Un beso para Marta, Nana, José y Ague. Bueno, y para Chiqui también.

Xx